La Ciudad Sagrada de los Quilmes, Tafí del Valle, Amaicha del Valle y El Pichao forman parte de un circuito en uno de los mejores microclimas del mundo.
El circuito de los Valles Calchaquíes ofrece innumerables sitios llenos de encanto, historia y tradición que se encuentran en uno de los mejores microclimas del mundo y en el marco de paisajes llenos de extraños colores nacidos de la combinación de la vegetación silvestre y los montes agrestes de la zona centro-oeste de la provincia de Tucumán.
Los paisajes y la cultura de este recorrido se pueden disfrutar realizando cabalgatas, paseos en bicicleta, travesías en vehículos todo terreno, visitas guiadas a sitios arqueológicos, trekking, avistaje de aves y observaciones astronómicas.
El presidente del Ente Autárquico Tucumán Turismo (EAT), Sebastián Giobellina, destacó que estas actividades “están reglamentadas y son llevadas adelante por prestadores turísticos acreditados de alta calidad”.
San Miguel de Tucumán es el punto de partida del circuito de los Valles Calchaquíes, que reconoce su primera parada de interés en Tafí del Valle, una villa enclavada entre montañas y ríos que la convierten en el refugio veraniego más importante de la provincia.
La Reserva Arqueológica Los Menhires, una muestra de la herencia de la Cultura Tafí concebida 3.000 años antes de la Era Cristiana, que se manifiesta en esculturas sobre piedras de hasta 3 metros de alto con diseños simbólicos como víboras y figuras humanas que le dan un carácter religioso al lugar, es uno de los atractivos salientes del recorrido por Tafi del Valle.
La directora de Turismo de esta comuna aclaró que “estas esculturas fueron transportadas a esta reserva con el objetivo de protegerlas y de darle una identidad arqueológica al lugar”.
El dique La Angostura, uno de los pocos del mundo ubicado a más de 2.000 metros de altura y coronado por montañas de más de 3.000 metros en todos sus puntos cardinales, convierte a esta parte del recorrido en un remanso de paz donde predominan los colores celeste, del espejo de agua, y verde, de la vegetación que lo rodea.
El Museo Histórico Jesuítico La Banda, una construcción de principios del siglo XVIII declarada Monumento Histórico Nacional desde 1978 y uno de los principales atractivos culturales de la zona, y la estancia jesuítica Las Carreras, reconocida por su producción de quesos manchegos y su arquitectura colonial, completan los atractivos más salientes de Tafí del Valle.
El recorrido del circuito de los Valles Calchaquíes continúa en Amaicha del Valle, donde se puede apreciar el legado prehispánico de la cultura de la zona y disfrutar de parajes naturales de singular belleza como El Remate y Los Zazos, Tiu Punco, la Laguna de los Amaicheños y Las Salinas.
El director de Turismo de esta localidad, Sebastián Pastrana, manifestó a Télam que “Las Salinas, con sus grandes superficies blancas desarrolladas en zonas de valles y su increíble colorido, son una invitación a la calma y la reflexión”.
El Remate y Los Zazos, dos cañones bañados por las aguas del río Amaicha, de origen subterráneo, conforman otro bello atractivo de la zona.
La Laguna de los Amaicheños es ideal para aquellos turistas que buscan el impacto de paisajes impresionantes y la emoción de caminar por senderos de montaña, quebradas y pastizales de altura donde se pueden avistar majadas de guanacos, cóndores y águilas.
El Museo de la Pachamama, una obra monumental que revaloriza la historia de la región en un conjunto de salas dedicadas a la geología, la antropología y el arte textil de la zona es, según Pastrana, “otro de los atractivos imperdibles en Amaicha del Valle”.
La Ciudad Sagrada de los Quilmes, donde es posible entender la historia de esta comunidad indígena arrasada por la conquista española, es la siguiente parada del Circuito de los Valles Calchaquíes.
El recorrido por esta zona del noroeste tucumano sigue en Colalao del Valle, un lugar que por sus calles de tierra de singular tranquilidad es ideal para aquellos visitantes que disfrutan de lo natural y de tomar contacto con la idiosincracia y las costumbres de los pobladores del lugar.
La visita a este pueblo permite conocer una inmensa variedad de árboles frutales, nueces, especies y vinos caseros que le otorgan una calidez única a los paisajes.
El Pichao, una pequeña aldea de pocos habitantes formada en la última década del siglo XIX y ubicada junto a los vestigios de la Cultura Condorhuasi, es el punto final del recorrido por el circuito de los Valles Calchaquíes.
Los reconocidos dulces de cayote, membrillo, manzana, higo y pera, acompañados con nueces de los antiguos nogales de la zona, convirtieron a este poblado en la sede de la Fiesta Provincial de los Dulces Artesanales.
El lugar, además, cuenta con el encanto de la cercanía de los cerros, con una de las mejores y más extensas vistas de los Valles Calchaquíes y con un colorido único aportado por los frutales y su contraste con las pircas que delimitan fincas y callejuelas internas.
Télam.